Mi vida nunca más volvió a ser la misma después de aquel instante. Vi todo mi destino, mi futuro en la Tierra desplegado frente a mis ojos.
Estaba yo dirigiendo el momento de Adoracion. La iglesia entera pasó al altar. Algunos arrodillados, otros en pie. Algunos cantando, otros meditando en alguno cosa fuera de allí. De pronto, en medio de todo eso su rostro me capturó. Mi atención fue completamente capturada. Su rostro mostraba una intensa pasión al adorar. Resaltaba en medio de la multitud. Los brazos en alto y una pasión desbordante de querer captar la atención total del Rey. No era simplemente aquello que el líder de Adoracion espera de los hermanos. Eso era verdadera pasión desenfrenada. No importaba gesticular, llorar desmedidamente, gritar y gemir, reír y derramarse desde el alma.
Lo único que pensé fue que yo quería esa pasión desbordada, pero al mismo tiempo yo quería a aquel recipiente que adoraba.
Ese instante fue cuando comprendí que si yo quería compartir el resto de vida con alguien, no debía ser alguien como ella, la que adoraba de verdad, sino que debía ser ella misma.